viernes, 18 de abril de 2008

¿Y si me olvido del sabor de mi comida favorita?

Estaba apoyado de medio lado sobre el reborde frío y metálico de la barandilla de su balcón, viendo pasar transeúntes, encapsulado en sus encriptados pensamientos, imaginando en fotogramas algunas de esas fantasías con las que él tanto disfrutaba, estirando de cuando en cuando el cuello hacia otro lado para sentir renovados en sus pulmones ese aire denso que él mismo fabricaba, cuando se le atravesó en su embelesamiento un momento de lucidez, un ratito de esos en los que conseguía encontrarle sentido a muchos pensamientos, un amigo que habla, un viaje corto mientras otro conduce, una canción sonando en el MP3... en realidad nunca sabría cuando le iban a llegar esas píldoras con las que de repente se sentía más viejo sobre si mismo, pero en ese momento se dio cuenta de que en muchas ocasiones, el placer de los sabores de hacer ciertas cosas, ya no le producían la misma felicidad, algunos incluso habían llegado a dejar de motivarle, y otros simplemente le eran percibidos, pero sin terminar de disfrutarlos. Cada poco escuchaba la conversación insulsa y carente de toda transcendencia de un par de transeúntes, de ese peatón desaforado que acelera el paso mientras habla por su móvil, o del chiquillo que le da una colleja a otro, sabiendo que se expone a recibir una patadita al instante; pero entre ellos se sucedía su silencio interior, donde desgranaba los sabores que quizás empezaba a olvidar, esos que surgían de los tratos con la vida que antes le traían compañía, tacto y sugerentes actividades, pero que en su mayor sinceridad personal habían dejado de ser interesantes... y era ahora cuando por fin se hacía consciente de ello.

El vértigo en él se tornaba acelerado, agotador, atronador, casi quijotesco, pues él conocía en su fuero interno que los protagonistas de rostros poco definidos contra los que había decidido luchar, no eran en la verdadera esencia muy diferentes a lo que debían ser, a ese escultural ídolo construido a base de los retazos magnificados, desprendidos de muchos paladines, y que tras muchos traspiés en grandes batallas, la severa soledad le atraparía, o le castigaría con la indiferencia compartida. ¿Quizás estaría olvidando el sabor de su comida favorita? ¿Realmente volvería a poder estar delante de alguno de esos placeres, y disfrutarlos? Atormentado por no hallar respuesta, o aterrado porque esta no fuera la esperada, decidió cerrar el balcón, y esperar a que pasara el día, pero anhelando encontrarse consigo mismo en otro rato de sagacidad y clarividencia, donde pudiera explicarse, que otra vez, por fin, había vuelto a disfrutar del sublime aroma de lo original y verdadero.

18 de Abril de 2008

2 comentarios:

Ada dijo...

Nunca habría imaginado asomar mi cabecita en lo profundo de tu cuerpo, de tu fuero interno, de tu alma... Veo entre líneas a un niño-Antonio que cree que no disfruta del sabor de su comida favorita, que se cree perdido en su pequeño valcón... Pero yo lo veo más consciente que nunca de que ese sabor es suyo y le encanta... ¡Cuánto celebro que tengas este blog! Por fin puedo ver más allá de lo que ven mis ojos. Ahora puedo leerte. Y no quiero que pares...

Anónimo dijo...

El tiempo pasa y con él los fugaces rayos del día y los hermosos sonidos de las estrellas en la noche, transformando nuestro ser a base de experiencias, dandonos cuenta de lo que fue... y pudo haber sido... experimentando la vertiginosa sensación de ir hacia un abismo en donde lo que antes nos hacía feliz ahora se vuelve más complicado, quedando los tiernos sonidos, sensaciones, sabores y olores de las vivencias atrás, anhelando sentirnos como entonces, pero entonces nos quedaríamos estancados... el tiempo pasa y nosotros pasamos con él, te llegarán nuevos sabores, olores... vivencias y experiencias que te volverán a hacer feliz.